Sobre el piso reluciente de mármol esperan en fila india un grupo de mujeres para subir al escenario y apretar músculos bien torneados frente al público. Cabello largo hasta la cintura bien lacio, uñas y pestañas postizas, adornos de bisutería, brillo por todas partes. Sus cuerpos están pintados por una luz roja mientras esperan detrás del escenario antes de subir a lucir el trabajo de sudor y años.
Todo comienza en este salon del hotel con luz fría, retacado de personas con miradas tensas y sonrisas tiesas, un espacio sin ventanas ni glamour. Pero el verdadero inicio no es aquí, sino hace años. Mucho tiempo de ejercicio, de hambre, de constancia.
La hipertrofia del músculo, es decir, llevar la musculatura visible del cuerpo a su límite, desarrollarla al máximo. Lo que esperan los hombres y mujeres que abarrotan este lugar es su número de registro, el pase que les permita subir al escenario para mostrar a un panel de expertos el tiempo que han dedicado a construir sus cuerpos en la primera competencia Internacional de Fisicoculturismo en la ciudad de Cancún.
Este encuentro agrupa una mezcla peculiar de atletas novatos y profesionales, de diversa estatura y edades, desde los 17 hasta más de 60, quienes compitieron el 17 y el 18 de noviembre en el Hotel Oasis Arena. “Copa Esmeralda” para los principiantes, “Diamond Cup”, en la que atletas novatos se disputan 15 carnets que los acredite como atletas profesionales y la “Copa Cancún Elite Pro” para los experimentados.
El primer filtro comienza aquí ante la mirada atenta de tres jueces, dos hombres y una mujer. Llueven los regaños: “no te pases para allá”, “quédate ahí”, “ese traje de baño está muy largo, “aquel muy corto”, “para seguir debes cambiarlo”. Desde este momento ya todo cuenta – les recuerda la jueza. En menos de un minuto y varias vueltas ya les ha sido asignada su categoría y pasan a la báscula a pesarse. No habrá reflectores que sigan sus posturas pero ya desde este momento están compitiendo. Todo cuenta.
No se reduce al volumen, a la definición del músculo, sino que se trata de la simetría. El fisicoculturismo es reconocido como un deporte en más de 190 países y la Federación Internacional de Fisiculturismo y Fitness (IFBB por sus siglas en inglés) fue fundada hace 72 años en Estados Unidos por los hermanos Ben y Joe Weider. Esta práctica, que data de la Grecia Clásica, se fue sofisticando con el paso de los años y vio sus mejores épocas a mediados del siglo pasado (entre los años 40 y los 70), con exponentes como Vince Gironda, Steve Reeves o Arnold Schwarzenegger.
Las primeras mujeres que incursionaron en este deporte iniciaron cerca de 1980 y el declive de la disciplina comenzó diez años después. Hoy, alrededor de 400 atletas, lo mismo hombres que mujeres, muchos por primera vez en una competencia internacional, esperan en ese cuarto remoto del hotel Oasis Arena con nerviosismo su momento. “La pose bien, pero debes relajar la mandíbula, está demasiado tiesa”, aconseja el entrenador a uno de sus aprendices mientras practica sus poses.
Previo a la mesa de registro se enfilan varias mesas con todos los productos y parafernalia que acompaña a este deporte de belleza. Trajes de brillitos, tangas, bronceadores sintéticos, zapatos con corre transparente, bisutería, maquillaje, suplementos, proteínas…
Entre el caos de competidores que intentan asegurar su lugar, el vendedor del puesto de enfrente acomoda meticulosamente la braga de una de sus clientas. Debe estar bien arriba, para que luzca – dice, mientras tira de uno de los lados hacia su ombligo. Todo está lleno de brillo. El costo de un traje para mujer, puede iniciar en los dos mil e ir hasta los seis mil pesos. Es porque son brillantes de Swarovski – me explica una de las vendedoras – así brilla en el escenario, si se ve plano es que son falsos.
Brillan sus trajes, brillan sus cuerpos
Horas antes de que comience la competencia se trata sólo del bronceado. Frente al escenario se encuentran dispersos los competidores y todos tienen por objetivo la misma misión: colorear sus cuerpos de una tonalidad café con la ayuda de un spray y un rodillo, para que, cuando la luz de los reflectores ilumine sus cuerpos torneados, resalte el arduo esfuerzo. Como la marca de aceite que dejan los camiones sobre el pavimento dejan su rastro sobre la alfombra y las paredes.
No chinguen, me van a joder la pintura – suelta uno de los organizadores cuando entra a un cuarto a media luz, lleno de espejos, candelabros y jaulas doradas a un costado del escenario, donde se organizan los preparativos hacia las diez de la mañana. Ahí, dentro de ese cuarto de espejos, como Dioses griegos, hermosos y desnudos, se ayudan unos a otros a alcanzar ese tono cafesoso deseado.
Los participantes han desfilado a lo largo de dos días sobre el escenario en una amplísima, variedad de categorías: Wellness, Figura, Bodybuilding, Men’s Physique, Bikini. La simetría es primordial en todas, lo que varía es el tamaño que adquieren los competidores. En algunas, consideradas más estéticas, a pesar de tener un cuerpo atlético los atletas no adquieren grandes tamaños. Mientras que en otras lo que cuenta es el volumen, los kilos que puedan añadir a su masa muscular. De la categoría dependerá el tipo de prenda con la que compitan.
Bellos y atléticos, pero tensos y hambrientos. Respetan su horario de comida, algo primordial de este estilo de vida, hay tuppers por doquier en los espacios aledaños al escenario. Afuera de estas paredes igual habrán otros músculos siendo aceitados, seguramente menos definidos pero disfrutando del sol y la playa. Me parece imposible entre tanta musculatura no voltearme a ver y cuestionarme si, por ceder a los placeres mundanos, estoy dejando pasar de largo, los mejores años de mi vida.
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